Durante años, el uso de robots en la producción era algo que solíamos asociar a la industria del automóvil. Unos enormes brazos robóticos detrás de unas altas vallas manejaban y montaban pesadas piezas de carrocería. Pero los robots han cambiado y hoy en día asumen un espectro cada vez mayor de funciones. La colaboración flexible entre robots y personas es la cúspide de esta evolución: sin vallado, sin procesos preprogramados y, a pesar de todo, con seguridad permanente. Lo que hace falta para ello nos lo explica Fanny Platbrood, directora de gestión de productos estratégicos para la seguridad de sistemas y servicios.
El Santo Grial de la colaboración entre personas y robots
Desde hace décadas, los robots impulsan la automatización industrial. «Mientras que en los años 70 se utilizaban principalmente para trabajos pesados, con el tiempo hemos sido testigos de una evolución sorprendente. Los robots se han hecho más pequeños, manejables y flexibles; pueden ejecutar tareas a cualquier velocidad. Esto ha multiplicado exponencialmente sus ámbitos de uso» nos cuenta Fanny Platbrood, y continúa: «Hoy en día los robots están presentes en casi cualquier sector. En especial allá donde haga falta precisión, como en la industria electrónica, en la que se procesan componentes muy pequeños».
Los robots colaborativas abren nuevas posibilidades
Cuando en 2008 se introdujo en el mercado el primer robot colaborativo, se abrió una dimensión totalmente nueva para la interacción entre personas y máquinas. Platbrood se emociona con estos recuerdos: «Fue una auténtica revolución. Por un lado, porque los robots colaborativos realmente pueden trabajar con las personas y al lado de ellas. Y por otro, porque su manejo se hizo mucho más sencillo. En la actualidad, la programación de los robots se parece al manejo de aplicaciones en el móvil: ya no hace falta ser un técnico especialista para programar un robot, y esto hace caer uno de los mayores obstáculos que representaba el uso de robots». Aunque la colocación de vallados en el entorno laboral junto a robots ligeros es cada vez más impopular, la seguridad sigue siendo un aspecto importante. Una protección efectiva en las aplicaciones con robots (y precisamente en la colaboración con estos) no debería asustarnos, sino darnos confianza. Las personas que interactúan con robots deben poder hacerlo sin preocuparse por su seguridad. Por eso, una evaluación de riesgos inicial resulta imprescindible. «Para ello debemos tomar en consideración el sistema completo, llegando hasta el efector final y el objeto que transporta. Por ejemplo, si el robot está moviendo un objeto afilado y el extremo del brazo robótico no está bien protegido, se pueden provocar lesiones irreversibles. La condición previa para una colaboración "en confianza" es una evaluación de los riesgos y las medidas que se tomen para evitarlos», declara Fanny Platbrood, y añade: «Un requisito de las aplicaciones robóticas colaborativas es contar con una protección inteligente del efector final, gracias a lo cual se minimiza la posibilidad de causar daños. Esto sí que cambia las reglas del juego, pues permite hacer realidad muchas más aplicaciones colaborativas».
La seguridad aumenta la productividad
Pero también basta con echar un vistazo a la situación laboral en su conjunto para ver el potencial de optimización. La colaboración hombre-máquina debe estar siempre sometida a un control de velocidad: si una persona se aproxima a un robot, este debe ralentizar su marcha, tal vez incluso pararse. La solución más habitual para ello hoy día se basa en los escáneres láser de seguridad. Pero la programación de los campos de protección puede resultar técnicamente muy compleja cuando hay muchos, dejando un escaso margen de flexibilidad en la ejecución. En opinión de la directora de productos, las cámaras de seguridad 3D podrían ser una solución, ya que supervisan la aplicación robótica completa y capturan los movimientos con fluidez. «Es probable que la solución al final esté en una combinación de distintas tecnologías, en un sistema que pueda integrarse y configurarse con facilidad. Si somos capaces de ello, los robots dejarán de ejecutar procesos preprogramados y podrán decidir por sí mismos en función del entorno y las necesidades», explica.
Que falta muy poco para evolucionar a este estado es algo de lo que Fanny Platbrood está convencida. Y nos habla de otro aspecto que ya ha cambiado radicalmente la colaboración entre personas y robots y la seguirá cambiando: «Por otra parte, la digitalización hace posible un desarrollo mucho más dinámico. Ya no estamos hablando de una aplicación robótica cuya productividad podemos incrementar mediante procesos de trabajo más seguros y flexibles. Hablamos de una red completa de robots fijos y colaborativos, de vehículos autónomos, de robos móviles autónomos y de personas colaborando todos en un sistema global. La transferencia de datos de unas máquinas a otras permite unos procesos autodeterminados y adaptados a cada situación. En este contexto, y en contra de la creencia general, la seguridad no significa unos procesos más lentos porque, pongamos por ejemplo, se generan tiempos de espera. No, la seguridad es precisamente la que hace todo esto posible. Y esto es para mi el Santo Grial de la colaboración hombre-robot: la creación de productividad segura. Queremos aumentar la productividad de nuestros clientes a través de procesos seguros y eficientes».
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